Publicado el 16 junio, 2025
Los Lakitas, los Tinkus, el Baile Llamero y los Gitanos participaron en la tradicional “Alba”, que marcó el inicio de una jornada de devoción que concluyó con una procesión y una comida comunitaria.
El pasado viernes, cerca de las 6 de la mañana, los sonidos de Los Lakitas rompieron el silencio en Camar. Entre bailes, trajes coloridos y música andina, hombres, mujeres y niños dieron inicio a la festividad en honor a San Antonio de Padua, una tradición que se vive en todo San Pedro de Atacama, pero que en este poblado del sur de la comuna tiene un valor especial, ya que allí el santo es su patrono.
El saludo al amanecer, conocido como “la Alba”, continuó con las presentaciones del Baile Llamero, los Tinkus y los Gitanos. Cada agrupación ofreció su danza como homenaje al santo.
Más tarde se realizó la misa central, oficiada por el padre Hugo. El templo fue decorado con flores y colores celeste, blanco y café, y recibió a fieles y agrupaciones de baile que participaron activamente del acto religioso.
Finalizada la ceremonia, la imagen del santo fue llevada en andas por las calles del pueblo, pasando por distintas estaciones. Durante la procesión, músicos y danzantes marcharon de espaldas, como muestra de respeto, sin darle nunca la espalda al santo. En el recorrido se lanzaron fuegos artificiales y dulces para las y los feligreses.
El rito se cerró con un último baile, ofrecido por las mismas agrupaciones que dieron inicio a la jornada, como despedida al Santo Patrono. Luego, cerca de 400 personas participaron en la tradicional “Boda”, un almuerzo comunitario organizado por los alféreces, quienes invitan a todos los presentes a compartir la comida en honor a la conmemoración.
Estas festividades tienen raíces profundas en la historia andina. Durante la Colonia, las fiestas patronales se convirtieron en celebraciones propias de las comunidades, mezclando la enseñanza católica con tradiciones indígenas. En ellas, la figura del santo no es solo una imagen, sino una presencia viva que guía y reúne a la comunidad, en una expresión de fe que se mantiene hasta hoy.